Historia de la mierda by Dominique Laporte

Historia de la mierda by Dominique Laporte

autor:Dominique Laporte [Laporte, Dominique]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1977-12-31T16:00:00+00:00


¿Qué es un perfume?

Sobre los cincuenta y siete procedimientos que se enumeran, entre 1762 y 1853, para desinfectar las fosas de retrete un número muy apreciable —aunque difícil de concretar con precisión por la confusión en que instalan los «polifármacos», curiosas mezclas de una química ingenua, los supuestos poderes de una planta y el soplo misterioso de su perfume— está constituido por recetas que tienden a aromatizar la materia con el empleo de la Bergamota, de zumos de limones y naranjas, aguardiente de lavanda, agua de azahar, clavos de especia, etc., e innumerables esencias y aceites[4].

De estos singulares preparados y de su pretensión de desinfectar se reirán con razón los limpiadores parisinos que decían que les hacían «peladillas al azahar» y que se acabaría por «metamorfosear la mierda en alondras»[5]. ¿Llegará la analidad hasta declinar su estructura metafórica? Un olor ocupa el lugar de otro, embelleciendo el estiércol como en los mejores tiempos de la perfumería naciente y planteando, claro está, la cuestión del objeto o el fin de una desinfección en la que lo mórbido va asociado al olor que se trata de eliminar, recubriéndolo con otro más fuerte y menos sofocante, a falta de algo mejor.

Por otra parte, no estamos tan lejos de esa mitología cuando se llama, como la publicidad lo hace hoy, «eau de toilette» al producto que «vuelve azul el agua de vuestros aseos»[6], en un juego de palabras que indica la verdad de lo singular de la expresión y que constituye respecto a una etimología de lo «infecto» la paradoja de un agua a la vez teñida y desinfectada. Está claro que los mitos que construye hoy día la publicidad participan aún de esta creencia, en la que la infección viene a ser exorcitada con una desaparición del olor: allí donde era de esperar que algo apestase se nos da a oler «contra toda previsión», pero simétricamente, el revés mismo del olor a estadizo, lilas sofocantes o limón verde, lavanda o pino, pero, tal como antes decíamos, «pertinaces».

Ahora bien; no es suficiente invocar el retraso de la teoría o la ingenuidad de buen salvaje de las analogías precientíficas, para justificar esa superposición de lo mórbido y lo maloliente y menos aún, la equivalencia de la desinfección a la desodorización. El discurso de la higiene no ha dejado nunca de fundamentarse sobre estas analogías, desde finales del siglo XVIII, cuyos años ochenta marcan los inicios de una inmensa actividad médica en los frentes de la higiene pública. No habrá otro modo de desinfectar que no sea bajo la forma de desodorización. La cosa es tanto más curiosa, por cuanto alquimistas, médicos y perfumistas ya habían encontrado procedimientos capaces de transformar la materia fecal en sustancias sin olor o poco malolientes, que además estaban dotadas de cualidades terapéuticas y de virtudes purificadoras o embellecedoras; es decir, de valor cosmético.

En Le Mythe de la Digestion, Bachelard ya había remarcado la «esencia primitivamente digestiva» de la burguesía y había ligado las teorías médicas de la digestión, así como



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